LA MARCHA HACIA LA MUERTE

(Guillermo Cortés Domínguez)



A Carlos Fonseca en el 33 aniversario de su caída en combate.


Por años extrañaste el terruño

desde La Habana,

y ahora, en mala hora,

obligado

por las Tendencias

y tu convicción imperativa

en la unidad,

entraste a Nicaragua,

clandestino tenía que ser.


Te enrumbaste hacia la montaña

todavía virgen,

a una loca reunión improbable,

a un estúpido encuentro imposible,

montaña invadida,

hirviendo de guardias somocistas,

disminuidos los arroyos y quebradas,

represión en vivo,

escondidos los pájaros,

guerrilleros cazados como monos congos,

secas y podridas las milpas,

campesinos reconcentrados,

torturados y muertos,

apagado el viento rojinegro,

en el corazón de la montaña

nos entierra el enemigo.


¡Maldita ocurrencia!

¿Por qué no reunirse en Costa Rica,

u Honduras?

Habría sido casi un juego de niños,

pan comido,

y no montaña infernal,

y mortal.


Qué extraño,

nadie más que vos marchaba

hacia esa reunión quimérica,

ninguno de los otros jefes

se movió de los pueblos y ciudades

donde estaban,

sólo vos caminaste hacia la muerte,

“viejo”, fuera de forma y casi ciego,

sin ninguna posibilidad.


De parte de Modesto,

que estaba en los confines

de la espesura,

David Blanco, René Vivas,

Hugo Torres y Roberto Calderón,

inútilmente te buscaron

varias veces,

en los puntos de contacto

establecidos,

a los que nunca alcanzaste a llegar,

pese a los esfuerzos

de Francisco Rivera (El Zorro)

y de Claudia Chamorro.


Pero toda tu lucha

ya había pavimentado

el camino triunfal

de la Revolución.


No contabas con que

las mieles del poder

llevarían a tus compañeros

a las mansiones

de los somocistas

y a sus Mercedes Benz,

después a piñatearse residencias,

fincas y fábricas,

a cometer fraudes electorales,

a trocarse en politiqueros

y poderosos capitalistas

de lenguaje seudo-revolucionario,

autores de una imaginaria

segunda etapa de la Revolución,

retórica para encubrir

sus siete pecados capitales.


Se olvidaron los viejos camaradas que

“no es la conciencia del hombre

la que determina su ser,

sino, por el contrario,

el ser social es lo que determina su conciencia",

como descubrió Carlos Marx.


Se olvidaron los viejos compañeros

de aquello que les dijiste

tantas veces:

no se trata de un cambio

de hombres en el poder,

sino de un cambio de sistema.


Tu muerte

te conservó inmaculado,

pero si hubieras vivido,

tu integridad

te habría mantenido a salvo

de la manzana envenenada,

Comandante en Jefe Carlos Fonseca.


Managua, Nicaragua. Noviembre 7, 2009.

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Guillermo Osvaldo Cortés Domínguez nació en Jinotega el 17 de noviembre de 1956, y quizás por ello encontramos profusamente los números 7 y 17 en sus dos novelas publicadas: El Arcángel (2007) y Huérfanas de la Guerra (2009), la primera, una catarsis sobre la Revolución Popular Sandinista, y la segunda, un drama de amor, muerte y olvido, que tiene como fondo la guerra civil de la década de los 80, tema que también aborda en la anterior. Huérfanas… presenta cierta complejidad en su estructura, porque los protagonistas son también los narradores de una novela dentro de otra, que se está autorreferenciando constantemente, y que cuenta, a veces en detalle, cómo se va urdiendo y elaborando, hasta que dos de los protagonistas le arrebatan al escritor la autoría de la obra.


A los doce años de edad, Cortés Domínguez redactó una impecable composición a la patria que le mereció el honor de leerla ante todos los estudiantes, en el auditorio de su Colegio La Salle, en la Ciudad de Las Brumas, pero no supo identificar ese momento simbólico y definitorio, que se le estaba presentando como una revelación del camino hacia la literatura, que, de todas maneras, muchos años después habría de abrazar definitivamente.


En 1978 comenzó a ejercer el periodismo. Laboró durante una década en el diario Barricada, órgano oficial del FSLN durante la Revolución, donde fueron constantes sus crónicas y reportajes producto de sus frecuentes y algunas veces temerarias vivencias en el teatro bélico. Junto a varios de sus colegas de este diario, es autor del libro primigenio Corresponsales de Guerra (1984). También publicó una serie de reportajes sobre la contrarrevolución y el exilio nicaragüense en varias ciudades de Estados Unidos, que le valió el Premio Latinoamericano de Periodismo “José Martí”, de la Agencia Prensa Latina, de Cuba, y que originó su segundo libro, Miami: Secretos de un Exilio (1986). Recopiló sus crónicas sobre el Huracán “Joan”, que azotó a Bluefields, en la Costa Caribe, y junto al periodista Roberto Fonseca, publicó El Ojo Maldito (1988).


Su primera experiencia de escritura fuera de recopilaciones periodísticas, fue La Lucha por el Poder (1990), acerca de los comicios electorales que ese año perdió el FSLN y que marcaron el fin de la Revolución Popular Sandinista. En el año 2003 publica De León al Búnker, sobre el Frente Occidental Rigoberto López Pérez, que el 19 de julio de 1979 ocupó la Loma de Tiscapa, el símbolo de la dictadura somocista. Es una obra de rescate histórico escrita en gran parte escena por escena, como si las acciones más intensas estuvieran ocurriendo ahora mismo. Estas dos obras constituyen la antesala de su salto hacia la novelística, un sueño que había venido acariciando y postergando por quince años.


Es licenciado en Periodismo y tiene una maestría en Administración de Empresas con énfasis en Marketing, ambos en la jesuita Universidad Centroamericana (UCA), donde en el año 2001 empezó a facilitar clases sobre géneros periodísticos. Desde 1991 y 1992, dirige, respectivamente, una empresa editorial (EDITARTE) y una revista especializada en comunicaciones (Medios y Mensajes), que en el 2007 sólo publica en formato digital. En 1996 fundó Ciberdiario de Nicaragua (1996-2001), el primer diario digital del país. Es Director fundador del Centro de Estrategias y Estudios de Opinión Pública –CEOP–(1998-2009). Con frecuencia publica artículos en el periódico de alcance nacional, El Nuevo Diario.


Su esposa Carolina, candidata a doctora en Ciencias Ambientales, es el amor de su vida y su principal fortaleza. Tiene cinco hijos, dos varones y tres mujeres: la menor, Celeste, de sólo doce años, escribe cuentos de muy buena factura; Érika vive en París y estudia Derecho; Mara, dirige con éxito un restaurante, donde promueve grupos musicales; Carlos es ingeniero en sistemas; y el mayor, Lenin, es administrador de empresas. Y ya llegaron las primeras nietas: Eloìsa e Isabela.

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